Tomado de el periodico de Guatemala donde Marcela Gereda nos hace una magnifica interpretacion de las angustias y desafios del campesino actual, demos una lectura critica para generar alternativas de cambio a los paradigmas que tienen sumido al campesino en el olvido........ practicamente invisible. Chao Yarugyver.
CAMPESINO INVISIBLE
¿Cómo es posible que se haga represión a partir de exigir un derecho básico?
Por: Marcela Gereda
A veces uno se aburre de las reuniones que no van a nada. Del cooperante “izquierdista” que no sale del discurso maniqueo. Del oenegero burócrata. Del “académico” desbordado de su ego.
Llega uno hasta a perder la credibilidad en las “mesas de diálogo”. Sin embargo hay encuentros y desencuentros. Y cuando hay encuentros de luchas, búsquedas y esperanza común que hablan y se expresan desde la autenticidad, horizontalidad y la diversidad algo diferente sucede en el terreno: como una especie de simbiosis se ingresa en un mismo lenguaje. Estoy aquí hablando de la reunión a la que tuve oportunidad de asistir en Avancso, en la que convocó el movimiento social y campesino Plataforma Agraria quien lucha por cambios estructurales agrarios y por el desarrollo rural.
Varios de los participantes que por supuesto aparecen ausentes en la mayoría de las reuniones que se dicen “de interés y representación nacional” expresaron que para el poder el campesino no existe, es invisible. A pesar de que la población rural es mayoría no se le ha atendido ni visto, aparece como parte de un paisaje finquero. Un poco como dice Galeano:
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folclore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número”.
Históricamente la ciudad ha negado e ignorado al campo. Hemos construido una hegemonía con un campesinado oculto. El mundo rural aparece entre nosotros como parte de un paisaje lejano.
Desconocido y peligroso. Tan es así que el poder ha construido a los campesinos como esos Otros criminales y peligrosos. De ahí que una de las consignas de Plataforma Agraria sea la de: “No somos criminales, somos campesinos”. Los campesinos no son peligrosos, están en peligro.
Entre otras cosas y teniendo entre el círculo como marco de constante referencia que en Guatemala los principales obstáculos para conservar la paz y alcanzar el desarrollo humano sostenible son la exclusión social y la falta de equidad, entramos en un rico y horizontal intercambio sobre la urgente necesidad de colocar la soberanía alimentaria en la agenda nacional. Debería darnos en qué pensar cómo las temáticas de la agenda nacional las impone siempre el poder y no la necesidad de darle continuidad a la vida humana. ¿Por qué no atender las demandas que hace Plataforma Agraria a través de su Ley de Desarrollo Integral?
Se habló también de cómo las familias campesinas que reclaman su derecho a alimentarse y otros derechos sociales y económicos se enfrentan a una fuerte represión por parte del Estado y por parte de grupos parapoliciales.
¿Cómo es posible que se haga la represión a partir de exigir un derecho básico como lo es la alimentación?, ¿cómo puede ser que en un país tan rico en recursos naturales los niños sigan muriendo de desnutrición? ¿por qué 73 mil firmas avalan un cambio constitucional y no apoyan y reclaman un programa de seguridad alimentaria nacional?
Pareciera que al Gobierno fuera de sus lógicas asistencialistas se le olvidó que la economía y una parte importante de la población dependen de la agricultura.
“El campo no aguanta más”, nos recuerda Plataforma Agraria. El campo tiene hambre. Pero nosotros, la ciudad no lo queremos ver. Estamos incompletos sin ellos. Un cuerpo hecho a pedazos. Es hora que Gobierno, Academia, Cooperación Internacional y sociedad civil en vez de tanto bla bla nos comprometamos con quienes nos hemos desentendido por años: los campesinos. Es ahí donde también reside la esperanza de un mundo mejor. Propongo la urgente aprobación de la Ley de desarrollo rural integral que tiene por objeto la regulación y establecimiento de la institucionalidad pública adecuada, los principios y disposiciones rectores y promotores del desarrollo rural integral como obligación del Estado y los instrumentos que permitan la actuación estatal y privada en el desarrollo rural integral. ¿O es que acaso seguiremos haciendo a los campesinos seres invisibles?
El campesino invisible II
¿Por qué no vemos las demandas de muchas organizaciones campesinas?
Por: Marcela Gereda
La realidad es múltiple, como lo son múltiples también las maneras de abordarla e interpretarla.
Aunque nuestra percepción del mundo está casi siempre determinada por nuestros contextos, uno no deja de preguntarse por qué unas personas se ven más que otras: ¿por qué miles de jóvenes manifestaron por el asesinato de un abogado, pero no se protesta por el asesinato sistemático al campesinado al no escuchar sus urgentes demandas?, ¿es acaso porque las necesidades y demandas –como la de soberanía alimentaria– que exigen los campesinos para estos guerreros de paz no se ven? Oh playeras blancas, cibernautas, navegantes del Facebook; aquí nos propongo una agenda que tiene que ver con demandas populares de los campesinos marginados porque lo que a ellos les sucede es también una forma de asesinato. Un asesinato acaso silencioso e invisible.
La agenda que nos propongo asumir, es la que muchos campesinos exigieron la semana pasada en la ciudad. Y es que no sé si a ustedes les pasará como a mí que a veces cuando me miro al espejo siento que seguimos siendo un enorme fracaso porque aquí esa población que es mayoría la seguimos ignorando, seguimos dejando que mueran niños de hambre. ¿Acaso no les parece este un buen momento para hacer visibles a los invisibles?, porque ellos también somos nosotros, porque aquí debiéramos poder ser un todo. Propongo entonces reconocer que esta manera en la que vivimos, el relacionarnos tan indiferentemente los unos con otros podría ser distinta; podríamos partir por cuestionar si actualmente somos un resultado de lo que se ha quitado a otros por dominio, por picardía o por falta de humanidad. Podemos también empezar por exigir justicia y dignidad para esos otros que no se ven y parecen no contar en las agendas del poder.
Las movilizaciones campesinas de la semana pasada volvieron a poner sobre el telón antiguas demandas: defensa de los territorios, la tierra para trabajar y el imprescindible desarrollo rural.
Necesitamos urgentemente dejar de ser esta fincona y demandar al Gobierno la atención en la economía campesina en la implementación del Plan de Desarrollo Integral que propone Plataforma Agraria (PA), en el que se garantice el acceso a la tierra para quienes la necesitan y la trabajan. El campesino quizá no tiene quién le explique su hambre, pero “el playera blanca”, guerrero de paz, no parece preguntarse ni inmutarse por el porqué los campesinos tienen hambre.
La propuesta de PA es de implementar un programa de arrendamiento solidario dirigido a asegurar la producción de alimentos para los campesinos, uno que vaya más allá de los programas asistencialistas del actual Gobierno.
Dice PA: “Urge resolver los conflictos agrarios de Nueva Florencia, un caso que se presentó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y el de San Luis Malacatán. Un programa para dinamizar las economías campesinas afectadas por la deuda agraria y chortí. Así como la asignación de recursos y un plan de readecuación institucional para la política de desarrollo rural integral recién aprobada porque una política sin fondos es un programa muerto”.
¿Por qué seguimos haciendo invisibles las condenas y demandas de muchas organizaciones campesinas? Por ejemplo sobre el otorgamiento de las 15 licencias de minería en el departamento de Jalapa, casi nadie dijo nada de cómo el pueblo no fue consultado en el marco de la Ley nacional e internacional de respeto a territorios autónomos. No hay respuesta a las demandas del cese de la persecución judicial, ni la inmediata libertad de los presos políticos como Ramiro Choc, líderes de San Miguel Ixtahuacán, San Juan Sacatepéquez, entre tantos otros.
Aquí todos debemos ampliar nuestras agendas, posicionarnos ante las injusticias de las mayorías, no debemos seguir silenciando y haciendo invisibles las manos de quienes también somos nosotros. Incluyamos los sueños de los campesinos por una vida digna y justa en nuestras agendas, es un desafío inmenso, pero los resultados además de ser vitales, nos harían un poquito más humanos.
Campesino invisible 3
La semana pasada tuve oportunidad de acercarme a apoyar las demandas de campesinos frente a la Sepaz, que solicitan al Gobierno arrendamiento solidario y soberanía alimentaria. Peticiones que no han sido incluidas en las agendas del Gobierno ni de la sociedad civil.
Nos llamó la atención cierto hermanamiento entre policías y campesinos. A muchos policías se le entregó una flor: “Si ustedes también son hijos de campesinos” decían los campesinos a los policías. Se nos olvida que aquí “todos somos campesinos”, porque todos vivimos del campo.
La alimentación humana viene del campo, y de ningún otro lugar. De manera que el campo es básico para asegurar la alimentación de la humanidad.
Es fundamental que tomemos en cuenta que la seguridad alimentaria tiene varias vías para resolverse, pero no todas resuelven de igual manera el acceso de la gente a la alimentación, ni garantizan su alcance, su distribución igualitaria, ni su sostenibilidad. Los procesos caracterizados por la subsidiaridad, es decir, el hecho de poder alimentarse de las fuentes más cercanas a uno mismo, garantiza una mayor eficiencia, y acceso a la alimentación, pues reducen las instituciones mediadoras, y por tanto la dependencia de la gente de otros, para poder alimentarse. El Estado tiene la responsabilidad de asegurar el acceso a la alimentación de toda su población, y debe ser juzgado por ello. La soberanía alimentaria es la vía de mayor garantía para disminuir la dependencia de los Estados unos de otros.
Por otro lado, desde una mirada histórica las sociedades humanas han vivido de la producción de alimentos unos doce mil años, mientras la sociedad basada en la tecnología, asociada al capitalismo tiene menos de quinientos. Esto quiere decir que las sociedades humanas tienen fuertes raíces socio-adaptativas vinculadas al campesinado (y a la caza recolección). ¿Por qué negamos la presencia en el presente de la huella campesina en las sociedades modernas? nuestra alimentación, desde los productos que comemos a la forma de hacerlo, es una de ellas. Así, debemos distinguir la pequeña historia del capitalismo de la gran historia del campesinado y de la humanidad. La comprensión del mundo no puede limitarse a la comprensión capitalista (o de la economía del mercado) del mundo, necesitamos ampliar nuestra perspectiva. Desde este punto de vista del devenir histórico, “todos somos campesinos”.
Desde la perspectiva antropológica de herencia biocultural, los argumentos del punto anterior nos llevan a reclamar el conocimiento y la comprensión de nosotros mismos, como colectivo biológico y social. La modernidad niega la memoria, siendo esta el recurso sustancial e insustituible de toda conciencia histórica. La especie humana, recuerda u olvida como unidad biológica y social, el proceso histórico del que ha surgido y que lo ha moldeado y transformado.
Una conciencia histórica de especie ayudará a superar los conflictos y prejuicios, generados por el fenómeno humano. Recuperar la memoria biocultural de la humanidad, en el que juegan un papel clave los campesinos, es algo esencial y obligado, pues sólo así podremos construir un proyecto de modernidad inclusiva, que lejos de traducir la tradición, conviva, coopere y evolucione con ella.
Este país es privilegiado por muchas cosas, y entre ellas, la existencia de campesinos y comunidades indígenas, formas de vida y de conocimiento distintos, que están presentes, cuyo valor no sólo es “ser distintos”, sino haber ensayado durante miles de años el acceso a la tierra y a los recursos comunitarios, para la implementación de formas de producción sostenibles, adaptadas a su medio, e impulsadas por estos conocimientos (mal llamados tradicionales), puede potenciar la alimentación y desarrollo de la población guatemalteca y también la generación de excedentes para contribuir a la alimentación mundial. Se nos olvida aquí, que mientras la gente tenga qué comer, son posibles muchos sueños y utopías. Amigo lector; ¿ahora si estamos dispuestos a ensanchar nuestras agendas con las demandas de los campesinos?
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