Proverbio africano, se explicaría así: «Mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivarán pequeños huertos…que alimentarán al mundo». ACADEMIA SOL DE LOS ANDES FORMACION DE EN PRODUCCION AGRICOLA, PECUARIA Y AMBIENTAL REGENERATIVA CON ENFASIS EN LIDERAZGO Y ASOCITAVIDAD BIENVENIDOS HOLA A TOD@S ALDEA SOL DE LOS ANDES LOS SALUDA. https://www.facebook.com/aldeasoldelosandes
martes, 7 de agosto de 2012
LA REVOLUCIÓN DE UNA BRIZNA DE PAJA
INTRODUCCIÓN
Cerca de una pequeña aldea de la isla de
Shikoku en el sur de Japón. Masanobu Fukuoka
ha estado desarrollando un método de
agricultura natural que podría llegar a invertir la
inercia degenerativa de la agricultura moderna.
La agricultura natural no necesita maquinaria ni
productos químicos y muy poco desherbaje. El
Sr. Fukuoka no labra el suelo ni utiliza
compost. No retiene el agua en sus campos de
arroz a lo largo de la estación de crecimiento tal
como lo han hecho durante siglos los
cultivadores de arroz en Oriente a lo largo del
mundo. El suelo de sus campos no ha sido
labrado desde hace veinticinco años, y sin
embargo sus rendimientos se equiparan a los de
las explotaciones japonesas más productivas.
Su método de agricultura requiere menos labor
que cualquier otro. No causa contaminación no
necesita combustibles fósiles.
Cuando empecé a oír hablar del Sr. Fukuoka
era escéptico. ¿Cómo podía ser posible obtener
altos rendimientos cada año con cultivo de
arroz y cereales de invierno simplemente
esparciendo la semilla sobre la superficie de un
campo sin labrar? Tenía que haber algo más.
Durante varios años he estado viviendo con un
grupo de amigos en una granja de las montañas
del norte de Kyoto. Nosotros utilizábamos los
métodos tradicionales de la agricultura japonesa
para cultivar arroz, centeno, cebada, soja y
varias hortalizas. Los visitantes de nuestra
granja a menudo hablaban del trabajo del Sr.
Fukuoka. Ninguna de las personas había estado
el tiempo suficiente en su explotación para
aprender los detalles de su técnica, pero estas
conversaciones excitaron mi curiosidad.
Cada vez que había un periodo de descanso en
nuestro programa de trabajo viajaba a otras
partes del país deteniéndome en explotaciones
comunes realizando trabajos eventuales a lo
largo del camino. En una de estas excursiones
visité la explotación del Sr. Fukuoka para
conocer por mi mismo su trabajo.
No estoy muy seguro de como esperaba que
fuese, pero después de haber oído hablar tanto
sobre este gran profesor me sorprendió algo el
que vistiese las ropas y calzado del agricultor
japonés corriente.
Sin embargo su blanca barba y su forma de ser
vigilante y segura le conferían la apariencia de
una persona poco corriente.
Me quedé durante varios meses en la
explotación del Sr. Fukuoka, durante esta
primera visita trabajamos en los campos y en el
vergel de cítricos. Allí, durante las discusiones
nocturnas con otros trabajadores, estudiantes en
una cabaña con paredes de barro, se me
hicieron claros gradualmente los detalles del
método del Sr. Fukuoka y su filosofía
inherente.
El vergel del Sr. Fukuoka está localizado en
una ladera orientada hacía la bahía de
Matsuyama. Esta es la “montaña’ donde viven
y trabajan sus estudiantes. Muchos de ellos
llegan con la mochila a sus espaldas sin saber lo
que les espera.
Se quedan durante unos cuantos días o algunas
semanas, y desaparecen de nuevo montaña
abajo. Pero generalmente queda un núcleo de
cuatro o cinco estudiantes que han permanecido
allí alrededor de un año.
A lo largo de los años, mucha gente tanto
hombres como mujeres han venido y se han
quedado a trabajar. No hay comodidades
modernas. El agua fresca se transporta en cubos
desde el manantial, los alimentos se cocinan en
un hogar de leña, y la iluminación se obtiene de
velas y lámparas de queroseno.
La montaña es rica en plantas silvestres y
hortalizas. De los ríos cercanos se pueden
obtener peces y crustáceos, y del mar interior
de las islas distante unos pocos kilómetros,
algas marinas.
Los trabajos varían según la estación y el clima.
El día de trabajo comienza a las ocho, hay una
hora para el almuerzo (dos o tres horas en los
cálidos días de verano), los estudiantes regresan
del trabajo a sus cabañas justo antes del
anochecer
Además de los trabajos agrícolas, están las
tareas domésticas del acarreo del agua, cortar
leña, cocinar, preparar el baño caliente, cuidar
las cabras, alimentar las gallinas y recoger sus
huevos, vigilar las colmenas, reparar y
ocasionalmente construir nuevas cabañas y
preparar “miso” (pasta de soja) y “tofu”
(cuajada de leche de soja).
El Sr. Fukuoka aporta mensualmente 10.000
yen (cerca de 4.000 pts) para cubrir los gastos
de manutención de toda la comunidad. Estos
consisten en su mayor parte en la adquisición
de salsa de soja, aceite vegetal y otros artículos
que no se pueden fabricar a pequeña escala.
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Para el resto de sus necesidades, los estudiantes
deben contar enteramente con los productos
que cultivan, los recursos de la zona y su propio
ingenio.
El Sr. Fukuoka tiene expresamente a sus
estudiantes viviendo de esta forma semiprimitiva
tal como él la practica desde hace
muchos años porque cree que este tipo de vida
desarrolla la sensibilidad necesaria para
practicar la agricultura según su método
natural.
En el área de Shikoku donde vive el Sr.
Fukuoka el arroz se cultiva en las llanuras
costeras y los cítricos en las laderas de las
montañas. La explotación del Sr. Fukuoka
consiste en 0.6 Ha. de campos de arroz y 6 Ha.
de mandarinos. Esto puede parecer poca cosa a
un agricultor occidental, pero dado que todo el
trabajo se realiza con las herramientas
tradicionales japonesas se necesita mucha labor
para mantener incluso esta pequeña superficie.
El Sr. Fukuoka trabaja con los estudiantes en
los campos y en el vergel, pero nadie sabe
exactamente cuando visitará el lugar de trabajo.
Parece tener el don de aparecer en los
momentos en que menos se le espera. Es un
hombre activo siempre charlando sobre algún
tema. Algunas veces reúne a los estudiantes
para discutir el trabajo que están realizando, a
menudo señalando la forma en que este podría
desarrollarse más fácil y rápidamente. Otras
veces habla sobre el ciclo biológico de una
mala hierba o una enfermedad fúngica del
vergel, y ocasionalmente se detiene a recordar y
reflexionar sobre sus experiencias agrícolas.
Además de explicar sus técnicas, el Sr.
Fukuoka también enseña las técnicas
fundamentales de la agricultura. Enfatiza la
importancia de cuidar bien las herramientas y
nunca se cansa de demostrar su utilidad.
Si algún recién llegado espera que la agricultura
natural signifique que la naturaleza cuida los
cultivos, mientras puede sentarse a observarla,
el Sr. Fukuoka pronto le enseña que hay
muchas cosas que tiene que saber y conocer.
Estrictamente hablando, la única agricultura
“natural’ es la caza y la recolección.
Hacer crecer cultivos es una innovación
cultural que requiere conocimiento y esfuerzo.
La diferencia fundamental es que el Sr.
Fukuoka practica la agricultura cooperando con
la naturaleza en lugar de tratar de “mejorarla”
mediante su conquista.
Algunos visitantes vienen solamente a pasar
una tarde, y el Sr. Fukuoka les muestra
pacientemente su explotación. Frecuentemente
se le ve subiendo a grandes zancadas por el
camino de la montaña seguido de un grupo de
diez o quince visitantes resoplando detrás de él.
Sin embargo no ha habido siempre tantos
visitantes.
Durante años, mientras estaba desarrollando su
método, el Sr. Fukuoka tuvo poco contacto con
las personas de fuera de su aldea.
Cuando era joven, el Sr. Fukuoka abandonó su
hogar rural y viajó a Yokohama para seguir la
carrera de microbiólogo. Se especializó en
enfermedades de plantas y trabajó durante
algunos años en un laboratorio como inspector
agrícola de aduanas. Fue durante esta época
cuando todavía era un hombre joven de 25
años, que el Sr. Fukuoka pasó una experiencia
que debía formar la base de su vida, y que sería
el tema de este libro. “La revolución de una
paja”. Dejó su trabajo y regresó a su aldea
nativa para probar la solidez de sus ideas,
aplicándolas en sus propios campos.
La inspiración de su método natural de
agricultura le vino un día en que pasaba
accidentalmente a través de un campo que no
había sido cultivado ni utilizado durante
muchos años. Allí vio que unas vigorosas
plantas de arroz brotaban de entre una maraña
de hierba.
A partir de entonces dejó de inundar sus
campos para cultivar el arroz. Dejó de sembrar
el arroz en primavera y en su lugar lo sembró
en otoño, directamente sobre la superficie del
campo en el momento en que naturalmente
habría caído sobre el suelo. En vez de labrar el
suelo para librarse de las malas hierbas,
aprendió a controlarlas mediante una cubierta
vegetal más o menos permanente de trébol
blanco, y un acolchado de paja de trigo y de
centeno.
Una vez que observa que las condiciones se han
inclinado a favor de sus cultivos, el Sr.
Fukuoka interfiere tan poco como le es posible
sobre las comunidades vegetales y animales de
sus campos.
Dado que muchos occidentales incluso
agricultores no están familiarizados con la
rotación del arroz y cereal de invierno y dado
que el Sr. Fukuoka hace muchas referencias al
cultivo de arroz en su libro, seria útil decir unas
palabras sobre la agricultura tradicional
japonesa.
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Originalmente se sembraba directamente a
voleo la semilla de arroz sobre las llanuras
aluviales inundadas durante la época de los
monzones. Eventualmente, las tierras bajas se
aterrazaron para poder contener el agua del
riego, incluso después de haber cesado las
inundaciones.
Por el método tradicional, utilizado en el Japón
hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, la
siembra del arroz se hacía en un bancalsemillero
cuidadosamente preparado.
Se distribuía compost y estiércol sobre los
campos, siendo entonces inundados y labrados
hasta tener una consistencia semejante a la del
puré de guisantes. Cuando las plantitas tenían
cerca de 20 cm. de altura eran transplantadas a
mano a los campos.
Trabajando firmemente un agricultor
experimentado podía transplantar 0. 1 ha al día
pero este trabajo lo hacían casi siempre varias
personas trabajando juntas.
Una vez se había transplantado el arroz, el
campo se cultivaba ligeramente entre las líneas.
Posteriormente se arrancaban las malas hierbas
a mano y se cubría a menudo el campo con un
acolchado. Durante tres meses los campos
permanecían inundados, con el nivel de agua a
2.5 o más cm. sobre el suelo. La siega se hacía
a mano con una hoz. El arroz se ataba en haces
y se colgaba sobre enrejados de bambú durante
unas cuantas semanas para que se secara antes
de la trilla del grano.
Desde el transplante a la cosecha, cada
centímetro del campo había sido trabajado a
mano por lo menos cuatro veces.
Tan pronto como se finalizaba la cosecha del
arroz se labraba el campo formando lomos
aplanados de aproximadamente 30 cm. de
anchura alternados con surcos de drenaje.
Se sembraba centeno o cebada sobre los lomos
y se cubrían con tierra. Esta rotación era posible
gracias a un calendario de siembra bien
planeado y al cuidado puesto en mantener los
campos bien provistos de materia orgánica y
nutrientes esenciales.
Es de destacar que utilizando el método
tradicional, los agricultores japoneses
conseguían un cultivo de arroz y otro de cereal
de invierno cada año en el mismo suelo,
durante siglos, sin reducir la fertilidad del
suelo.
A pesar de reconocer muchas de las virtudes de
la agricultura tradicional el Sr. Fukuoka cree
que ésta implica trabajos que no son necesarios.
Habla de su propio método como la agricultura
“del no hacer” y dice que hace posible, incluso
para un agricultor de fin de semana, cultivar
suficientes alimentos para toda la familia.
Sin embargo la denominación de este método
no significa que pueda llevarse a cabo sin
esfuerzo. Su explotación se mantiene mediante
un programa regular de trabajos en los campos
lo que se hace debe realizarse correctamente y
con sensibilidad.
Una vez que el agricultor ha decidido que una
parcela de tierra debe contener arroz u
hortalizas y ha esparcido la semilla, debe
entonces asumir la responsabilidad de mantener
esa parcela.
Alterar la naturaleza y abandonarla después es
dañino e irresponsable.
En el otoño el Sr. Fukuoka siembra el arroz, el
trébol blanco y el cereal de invierno en el
mismo campo y los cubre con una espesa capa
de paja de arroz. El centeno o la cebada y el
trébol brotan inmediatamente, pero las semillas
de arroz permanecen latentes hasta la
primavera.
Mientras el cereal de invierno está creciendo y
madurando en los campos bajos, las laderas del
vergel se convierten en el centro de la
actividad. La cosecha de los cítricos dura desde
mediados de noviembre hasta abril.
El centeno y la cebada se siegan en mayo y se
esparcen sobre el campo para que se sequen
durante una semana o diez días. Entonces se
trillan y se aventan, y se meten en sacos para su
almacenamiento. Toda la paja se esparce sin
triturar sobre los campos como acolchado. Los
campos se mantienen inundados durante un
corto periodo de tiempo durante las lluvias
monzónicas de junio para debilitar el trébol y
las malas hierbas y dar así al arroz la
oportunidad de brotar a través de la capa
vegetal que cubre el suelo.
Una vez que se ha drenado el campo el trébol
se recupera y se extiende creciendo por debajo
de las plantas de arroz en crecimiento. Desde
entonces hasta la cosecha una época de pesado
trabajo para el agricultor tradicional, las únicas
labores en los campos de arroz del Sr. Fukuoka
son las de conservación de los canales de
drenaje y las de segar la hierba de los estrechos
caminos entre los campos.
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El arroz se cosecha en octubre. Las gavillas se
cuelgan para que se sequen y luego son
trilladas. La siembra de otoño se finaliza justo
antes de que las variedades tempranas de
mandarinas estén maduras y listas para su
cosecha.
El Sr. Fukuoka cosecha entre 4.900 5.800 Kg.
de arroz por hectárea. Esta producción es
aproximadamente la misma que se obtiene
según el método tradicional o el método
químico en su región. El rendimiento de su
cosecha de cereal de invierno es
frecuentemente mayor que el de los agricultores
que emplean las técnicas tradicionales o las
técnicas químicas utilizando ambas el método
de cultivo a base de lomos y surcos.
Los tres métodos (natural, tradicional y
químico) dan rendimientos similares, pero
difieren marcadamente en su efecto sobre el
suelo.
El suelo en los campos del Sr. Fukuoka mejora
con cada estación. Durante los últimos 25 años,
desde que dejó de labrar el suelo, sus campos
han mejorado en fertilidad, estructura y en su
habilidad de retener el agua.
Siguiendo el método tradicional, el estado del
suelo a lo largo de los años permanece sin
variación, el agricultor obtiene cosechas
proporcionales a la cantidad de compost y
estiércol que incorpora.
El suelo en los campos del agricultor que
emplea los métodos químicos se vuelve
inanimado y se agota su fertilidad natural en
muy poco tiempo.
Una de las mayores ventajas del método del Sr.
Fukuoka es que el arroz puede cultivarse sin
inundar los campos durante la época de
crecimiento.
Poca gente ha llegado a pensar que esto fuese
posible: lo es, y el Sr. Fukuoka mantiene que el
arroz crece mejor de esta manera. Sus plantas
tienen un vigoroso tallo y raíces profundas. La
antigua variedad de arroz glutinoso que cultiva,
produce entre 250 y 300 granos por espiga.
La utilización de acolchado incrementa la
capacidad del suelo para retener el agua. En
muchos lugares, la agricultura natural puede
eliminar la necesidad de regar. El arroz y otros
cultivos de alto rendimiento pueden entonces
cultivarse en áreas en las que previamente no se
creía posible. Las tierras con pendientes o
marginales por otro motivo, pueden ponerse en
producción sin peligro de erosión.
Por medio de la agricultura natural, pueden
rehabilitarse efectivamente los suelos que han
sido dañados por medio de prácticas agrícolas
negligentes o por el empleo de productos
químicos.
Las enfermedades y los insectos causantes de
plagas están presentes en los campos en el
vergel, pero las cosechas no son nunca
devastadas. El daño afecta únicamente a las
plantas más débiles. El Sr. Fukuoka insiste que
el mejor control de plagas y enfermedades
consiste en cultivar las plantas en un ambiente
sano.
Los frutales del vergel del Sr. Fukuoka no se
podan bajos y anchos para facilitar su cosecha,
sino que les permite crecer tomando su forma
natural.
Las hortalizas y hierbas se cultivan en las
laderas del vergel con un mínimo de
preparación del suelo.
Durante la primavera se mezclan semillas de
badana, col, rábano, soja, mostaza, nabo,
zanahoria y otras hortalizas y se siembran a
voleo para que germinen en el espacio libre
entre los árboles antes de alguna de las largas
lluvias de primavera.
Obviamente, este tipo de siembra no resultaría
adecuado en cualquier lugar. Da buen resultado
en el Japón, donde hay un clima húmedo con
lluvia segura durante los meses de primavera.
La textura del suelo del Sr. Fukuoka es
arcillosa. La capa superficial es rica en materia
orgánica friable y con buena capacidad de
retención del agua. Éste es el resultado de la
cobertura de hierbas y trébol que ha crecido
continuamente en el vergel durante muchos
años.
Las malas hierbas deben segarse cuando las
hortalizas son jóvenes, pero una vez que las
hortalizas están bien establecidas, se les permite
crecer junto con la cobertura de trébol. Algunas
hortalizas no se cosechan, sus semillas caen al
suelo y, después de una o dos generaciones
vuelven a presentar los hábitos de crecimiento
de sus vigorosos antecesores, de sabor
ligeramente amargo.
Muchas de estas hortalizas crecen sin ningún
cuidado. Una vez, poco después de haber
llegado a la explotación del Sr. Fukuoka, estaba
caminando a través de una sección lejana del
vergel, cuando inesperadamente tropecé con
algo duro entre la alta hierba.
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Parándome para observarlo más detenidamente
vi que era un pepino, y junto a él encontré una
calabaza anidando entre el trébol.
Durante años el Sr. Fukuoka escribió sobre su
método en libros y revistas y se le entrevistó
por radio y televisión pero casi nadie siguió su
ejemplo. En esa época la sociedad japonesa se
movía con determinación en la dirección
opuesta.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los
americanos introdujeron la moderna agricultura
química en el Japón. Esto permitió a los
agricultores japoneses producir
aproximadamente con los mismos rendimientos
que los métodos tradicionales, pero redujeron el
tiempo empleado en el trabajo en algo menos
de la mitad.
Esto parecía un sueño convertido en realidad, y
en menos de una generación casi todos habían
adoptado la agricultura química.
Durante siglos, los agricultores japoneses han
mantenido el nivel de materia orgánica en el
suelo mediante la rotación de cultivos,
añadiendo compost y estiércol, y cultivando
abonos verdes para mantener cubierto el suelo.
Una vez que estas técnicas se abandonaron,
utilizando en su lugar los abonos químicos de
rápida acción, el humus del suelo se agotó en
una sola generación. La estructura del suelo se
deterioró, los cultivos se debilitaron y se
volvieron dependientes de los abonos químicos.
Para compensar la reducción en trabajo humano
y animal, el nuevo sistema destruía las fértiles
reservas del suelo.
Durante los últimos cuarenta años, el Sr.
Fukuoka ha observado con indignación la
degeneración tanto de la tierra como de la
sociedad japonesa. Los japoneses siguieron
ciegamente el modelo americano de desarrollo
económico e industrial, la población se
trasladaba a medida que los agricultores
emigraban del campo a las crecientes áreas
industriales.
La aldea rural donde nació el Sr. Fukuoka y
donde su familia vivió durante 1.400 o más
años, ahora está en el límite de los suburbios en
expansión de la ciudad de Matsuyama. Una
carretera nacional con sus fragmentos de
botellas de “sake”y su basura, pasa a través de
los campos de arroz del Sr. Fukuoka.
A pesar de que él no identifica su filosofía con
ninguna secta u organización religiosa en
particular la terminología y métodos del Sr.
Fukuoka están fuertemente influenciados por el
Budismo Zen y el Taoísmo.
A veces también cita párrafos de la Biblia, y
presenta puntos de la filosofía y teología Judeo
Cristiana para ilustrar lo que está diciendo, o
para estimular la discusión.
El Sr. Fukuoka cree que la agricultura natural
procede de la salud espiritual del individuo.
Considera que el sanar la tierra y la purificación
del espíritu humano son un mismo proceso y
propone un tipo de vida y de agricultura por
medio del cual puede tener lugar este proceso.
Es poco realista pensar que en el curso de su
vida en las condiciones actuales, el Sr. Fukuoka
podrá contemplar su visión llevada a la
práctica. Incluso después de más de treinta años
sus técnicas están todavía en evolución.
Su gran contribución es demostrar que el
proceso diario de establecer la salud espiritual
puede traer una transformación práctica y
beneficiosa del mundo.
Hoy día el reconocimiento general de los
peligros a largo plazo de la agricultura química
ha renovado el interés de los métodos
alternativos de agricultura.
El Sr. Fukuoka ha surgido como un portavoz
autorizado de la revolución agrícola en el
Japón. Desde la publicación de “La revolución
de una brizna de paja” en octubre de 1975, el
interés por la agricultura natural se ha difundido
rápidamente entre la población japonesa.
Durante el año y medio que trabajé en la
explotación del Sr. Fukuoka viajé
frecuentemente a mi explotación en Kyoto. Allí
todos estaban ansiosos de poner en práctica este
nuevo método y gradualmente nuestra tierra fue
convirtiéndose a la agricultura natural.
Además del arroz y la cebada de la rotación
tradicional también cultivamos trigo, trigo
sarraceno, patatas, maíz y soja siguiendo el
método del Sr. Fukuoka.
Para plantar maíz y otros cultivos en hilera, que
crecen lentamente, hacemos un agujero en el
suelo con un palo o un trozo de bambú y
ponemos una semilla en cada hoyo. Nosotros
asociamos el maíz con soja siguiendo el mismo
método o cubriendo las semillas con arcilla y
esparciéndolas sobre el campo. Entonces
segamos la cobertura vegetal de hierba y trébol
blanco y cubrimos el campo con paja.
6
El trébol rebrotará, pero solamente después de
que el maíz y la soja estén bien establecidos.
El Sr. Fukuoka nos pudo ayudar haciendo
algunas sugerencias, pero tuvimos que ajustar
el método mediante ensayos y errores a
nuestras condiciones locales y cultivos.
Sabíamos desde el comienzo que tardaría más
de algunas estaciones, tanto para la tierra como
para nuestro espíritu, cambiar a la agricultura
natural. La transición se ha convertido en un
proceso continuo.
Larry Korn
I
MIRAD ESTE GRANO
Creo que esta brizna de paja puede originar una
revolución. A primera vista, esta paja de arroz
puede parecer ligera e insignificante.
Difícilmente nadie puedecreer que puede ser el
origen de una revolución. Pero yo he llegado a
darme cuenta del peso y el poder de esta paja.
Para mí esta revolución es muy real.
Observa estos campos de centeno y cebada.
Cuando hayan madurado rendirán cerca de
5.900 Kg. de grano por hectárea.
Creo que esta producción iguala a la mayor
producción de la Prefectura de Ehime.
Y si iguala a la mayor producción de la
Prefectura de Ehime puede fácilmente igualarse
a la producción máxima obtenida en el país ya
que Ehime es una de las mejores regiones
agrícolas del Japón. Y sin embargo estos
campos no han sido labrados desde hace
veinticinco años.
Para la siembra, simplemente esparzo a voleo
centeno o cebada por estos campos durante el
otoño, mientras el arroz todavía está en pie.
Unas semanas más tarde cosecho el arroz y
esparzo su paja sobre los campos.
Es lo mismo para la siembra del arroz. Estos
cereales de invierno se cosecharán hacia el 20
de mayo.
Cerca de dos semanas antes de que hayan
madurado completamente siembro a voleo la
semilla de arroz entre el centeno y la cebada.
Después de que los cereales de invierno han
sido cosechados y los granos trillados, esparzo
la paja de cebada y centeno sobre el campo.
Supongo que la utilización de este método para
sembrar arroz y cereales de invierno es único
para este tipo de cultivos, pero todavía hay un
método más fácil. Mientras nos acercamos al
próximo campo dejadme señalar que el arroz
que allí crece fue sembrado el otoño pasado al
mismo tiempo que el cereal de invierno.
La siembra de todo el año se finalizó en este
campo antes de Nochevieja.
7
Notarás también que en los campos crece
también trébol blanco y malas hierbas. El trébol
se sembró entre el arroz a principios de octubre
poco antes que el centeno y la cebada. No es
necesario sembrar las malas hierbas, se
siembran ellas mismas bastante fácilmente.
Así el orden de siembra en este campo es el
siguiente:
A principios de octubre se sembró trébol a
voleo entre el arroz; los cereales de invierno se
sembraron unos días después, a mediados de
octubre. A principios de noviembre se cosecha
el arroz, y a continuación, se siembra el arroz
del próximo año y se esparce la paja sobre el
campo. El centeno y la cebada que ves enfrente
tuyo fueron cultivados de esta forma.
El trabajo necesario para cultivar arroz y
cereales en un campo de diez áreas (1.000m2)
pueden hacerlo una o dos personas en cuestión
de pocos días. Parece improbable que pueda
haber una forma más simple de cultivar
cereales.
Continua.....
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