lunes, 15 de noviembre de 2010

'LO QUE HAY QUE TRAGAR'


GUSTAVO DUCH GUILLOT

Recientemente, Noam Chomsky –colaborador en este periódico– publicó lo que él llamó diez estrategias de manipulación mediática. Diez formas de alejar a la población de la verdad y de adormecerla en la medida de lo posible. Quisiera, a partir de algunas ideas de este decálogo, analizar qué información nos llega, mayoritariamente, desde los medios de comunicación, la publicidad y la gobernanza en general, acerca de la agricultura, la alimentación y, en particular, del hambre.
Primero, y con el argumento de la distracción, se busca eso, alejarnos de cuestiones fundamentales para el devenir de la civilización, llevando nuestra atención a temas banales, sin ninguna importancia. Segundo, cuando llega el momento de hablar de los problemas del hambre, se suele acabar planteando un problema falso, para que estemos todos de acuerdo en aceptar una solución interesada. Suele ser habitual situar el problema del hambre en la falta de productividad: que no tendremos alimentos para tantas personas, que el aumento de la demanda en China e India obliga a más producción, etc. La solución –su solución– entonces entra en bandeja de plata y se postula que la biotecnología salvará al mundo. Si supiéramos que la escasez de alimentos es mentira, ¿aceptaríamos sus recetas rellenas de transgénicos?
Tercero, la estrategia de falsas (o muy improbables) expectativas es el método utilizado para convencernos de que, por el momento, no son necesarias medidas correctoras. Si el petróleo se acaba, ¿no deberíamos buscar otras maneras de producir alimentos menos dependientes? Si el cambio climático lo tenemos encima, ¿no deberíamos prescindir de modelos productivos contaminantes? No –contestan– ya encontraremos una fuente alternativa, una solución mágica, no hay prisa. Es el mensaje tecnoptimista de quien no quiere cambiar nada porque todo le va muy bien.

Cuarto, el mal uso de las imágenes de personas sufriendo hambre o pobreza es un recurso clásico y desafortunado de presentarnos una realidad sin duda existente pero con otras muchas aristas y enfoques. Los impactos emocionales suelen desviarnos del sentido y la reflexión crítica que debemos agudizar en esos momentos. Será por eso que, en general, es más fácil encontrar opiniones de “pobres personas, cuanta ayuda necesitan”, que preguntarse: “¿Qué hace que estas personas estén en esta situación?”.
Quinto, el pacto entre el poder y la ciencia oficial. Es común que muchos posicionamientos se escudan en la infalibilidad de la ciencia, ese ser alejado, intocable, capaz de hacernos sentir ignorantes absolutos. Son muchos los casos, por ejemplo, de campesinos que, teniendo con la experiencia propia (una forma de ciencia desautorizada) buenos resultados de sus cultivos, cambian a otras prácticas menos apropiadas porque “lo dicen los servicios técnicos” (añadan: de las empresas que se beneficiarán). El extremo se alcanza cuando se defienden los argumentos científicos por encima de los políticos y sociales.
Sexto, reforzar la autoculpabilidad de todos nosotros como consumidores. Acaban haciéndonos sentir culpables porque no somos del todo coherentes en nuestro consumo y no cumplimos con los estándares del consumidor responsable. Sólo una táctica más para alejarnos de una actitud de rebeldía contra el sistema económico, el verdadero responsable.
Y lo mismo podíamos decir, para acabar, cuando se nos aleja mucho de las posibles soluciones. Es aquello de “no podemos cambiar nada”, “las decisiones se toman muy lejos de nuestras esferas”, “las fuerzas contrarias son muy poderosas”, etc.
Para que vean que lo que les digo no son imaginaciones mías, les informo sobre dos declaraciones llegadas de Naciones Unidas, que no han encontrado eco mediático y que contrastan enormemente con lo que nos explican cuando hablamos de agricultura y hambre en el mundo: por un lado, según Oliver De Schutter, relator especial para la alimentación de la ONU, “en lo que a la seguridad alimentaria mundial se refiere, el rendimiento de la agroecología o agricultura ecológica supera ya al de la agricultura industrial de gran escala”. Por consiguiente, frente al discurso oficialista, lo que propone De Schutter es que “los Gobiernos y las agencias internacionales deben promover urgentemente las técnicas de cultivo ecológicas para aumentar la producción de alimentos y salvar el clima”. Por otro, según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, “si se adoptan mayoritariamente los sistemas agroecológicos, que han demostrado su eficacia en la reducción de las emisiones, el sector de la agricultura podría neutralizar la mayor parte de sus emisiones de carbono antes de 2030 y producir alimento suficiente para una población que probablemente alcance los 9.000 millones en 2050”.
Dos declaraciones muy similares, fuera de los moldes habituales, que contrastan con la última operación de la Fundación Gates que, ahora aliada y con participaciones en el gigante Monsanto (jefe de la agricultura industrial), propone replicar en África el modelo de agricultura intensiva y dependiente de semillas y agrotóxicos. Monsanto lo llama, con la boca bien grande, la Nueva Revolución Verde. Gates lo llama la Revolución Verde 2.0.
Aviso: nos distraerán, nos mentirán, nos venderán sueños imposibles, coquetearán con nuestro corazón, nos harán sentir malas personas y nos presentarán todos los datos a su favor para que creamos, apoyemos y confiemos en su buen saber y su buen hacer.
Gustavo Duch Guillot es Autor de ‘Lo que hay que tragar’ y coordinador de la revista ‘Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas’
Ilustración de Mikel Casal

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática


El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios

1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.


Presentación del libro 'Lo que hay que tragar' de Gustavo Duch

Día: 18 de octubre
Hora: 19:30h
Lugar: Librería Tipos Infames, C/ San Joaquín 3, Madrid

El autor estará acompañado de Marco Schwartz, Director de Opinión de PÚBLICO y la escritora Ángeles Caso.
En palabras de  Eduardo Galeano, el libro de Gustavo Duch retrata la maldición y la esperanza de este mundo cuyos amos están jugando a los dados. Sus páginas, nunca pesadas, cuentan muchas historias y contienen numerosa información desconocida, en un lenguaje milagrosamente capaz de convertir el plomo en pluma. Aquí hay horror y hay humor, y amor. Porque esta denuncia implacable de los crímenes que el poder universal comete contra la naturaleza y la gente, es también un entrañable homenaje a la tierra y a las manos que la trabajan.
Gustavo Duch es el autor de este libro que denuncia los disparates que tragamos y nos plantea si tenemos ya la apocalipsis sobre la mesa. Según él, en Homer Simpson contra Popeye, si el padre de familia luchara contra el marinero nómada, también se enfrentarían dos modelos de alimentación. Es la guerra del donut contra la espinaca. En los tiempos modernos se come mal, mucho y caro, entonces: ¿estamos frente a un apocalipsis alimentario?
En el Lago Victoria, en Africa, las multinacionales extraen diariamente millones de peces para el consumo en el Primer Mundo, mientras dos millones de vecinos africanos se mueren de hambre. Los kilómetros que recorren muchos de los alimentos que consumimos encierran absurdos como éste. Y si es cierto que para preparar huevos fritos con chorizo, la gallina colabora pero el chancho se compromete, la parábola ilustra la diferencia entre el interés y la lucha: Gustavo se propone como un Robin Hood de la comida y, ahí donde defiende el derecho a la cena de pobres y jóvenes, también pelea para que los países consigan su soberanía alimentaria.
Fondos de inversión, capitales de riesgo y otras fórmulas especulan y juguetean con la alimentación. Hacen subir y bajar los precios de la comida como en las montañas rusas, compran las mejores tierras fértiles, pactan con las multinacionales y aumentan la pobreza entre la clase campesina, la más empobrecida y, paradójicamente, privada de alimentos: la soja ajena no deja sitio a las vaquitas propias. Una pena.
De todo esto y más nos alerta Gustavo Duch, veterinario español que acaba de publicar este libroLo que hay que tragar, minienciclopedia de política y alimentación, una denuncia contra el disparate alimentario que se presenta ahora en Madrid.
Para más información:
Gustavo Duch Guillot
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"Porque contar es otra forma de caminar"


Habla Gustavo Duch, el autor del libro que denuncia los disparates que tragamos. ¿Apocalipsis sobre la mesa?



Homero Simpson contra Popeye: en la batalla de los dibujitos, si el padre de familia luchara contra el marinero nómada, también se enfrentarían dos modelos de alimentación. Es la guerra de la dona contra la espinaca. En los tiempos modernos se come mal, mucho y caro, entonces: ¿estamos frente a un apocalipsis alimentario?



Se requieren 7 litros de petróleo para obtener un kilo de carne de vaca y 3.000 litros de agua para un kilo de pollo: “Los carnívoros debemos tener en cuenta que, si no moderamos nuestro consumo, nos convertimos en parte de una maquinaria perversa”, alerta Gustavo Duch desde Barcelona. El es un veterinario español que acaba de publicar el libro Lo que hay que tragar, minienciclopedia de política y alimentación, una denuncia contra el disparate alimentario: cada 24 horas, 3.500 cerdos viajan desde varios países de Europa hasta España y, en ese mismo día, otros 3.000 cerdos hacen el camino inverso. En el Lago Victoria, en Africa, las multinacionales extraen diariamente millones de peces para el consumo en el Primer Mundo, mientras dos millones de vecinos africanos se mueren de hambre. Los kilómetros que recorren muchos de los alimentos que consumimos encierran absurdos como estos. Y si es cierto que para preparar huevos fritos con chorizo, la gallina colabora pero el chancho se compromete, la parábola ilustra la diferencia entre el interés y la lucha: Gustavo se propone como un Robin Hood de la comida y, ahí donde defiende el derecho a la cena de pobres y jóvenes, también pelea para que los países consigan una “soberanía alimentaria”.



-¿Cuál dirías que es la mayor aberración en la alimentación multinacional moderna?
-Eso mismo que decís, que sea multi-nacional en un mapamundi sin control, donde los alimentos son una mercancía con la que lucran pocos.



-Comida rápida, grasas, alcohol: ¿cuál es la mayor amenaza para la buena alimentación juvenil?

-La “alimentación SIN”. Sin información de lo que se esconde detrás de muchas cosas que comemos. Sin contacto con las manos que producen alimentos sanos, de calidad y con respeto por el medio ambiente. Y sin valor, porque no se valora el hecho en sí de comer y nutrirse. Si la “alimentación SIN” continúa extendiéndose, la mayor amenaza será quedarnos sin alimentación.



-¿Por qué elegiste a Homero y a Popeye como emblemas?


-Homero es como un lobo que se mal alimenta a base de carne. Popeye promociona un mayor consumo de vegetales en nuestra dieta. El exceso de carne es un desaprovechamiento de muchas hectáreas fértiles. Es un desperdicio de energía y agua y, tal como tenemos desorganizado el mundo, un viaje de proteínas del Sur al Norte. Justo cuando el Norte están tan obesote como Homero.

-¿Por qué decís que “el capitalismo nos matará de hambre”?


-¡Porque ya lo está haciendo! Fondos de inversión, capitales de riesgo y otras fórmulas especulan y juguetean con la alimentación. Hacen subir y bajar los precios de la comida como en las montañas rusas, compran las mejores tierras fértiles, pactan con las multinacionales y aumentan la pobreza entre la clase campesina, la más empobrecida y, paradójicamente, privada de alimentos.

-La Argentina produce el 1,5% del alimento mundial y tiene el 0,5% de la población. ¿Cómo puede haber desnutrición?


-La poesía lo explica todo. Después de tanta historia de dominación de metropólis europeas y oligarquías autóctonas (“las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”), llegó la sumisión a los mercados, también europeos. Un país que entrega la mitad de sus tierras a negociantes de la exportación es un país que entrega la mitad de su soberanía alimentaria. Los números no mienten: 50% de soja, 50% de pobreza. Leíamos en España la respuesta de la Presidenta ante el aumento de la carne en la Argentina: “Coman más pescado”. Es una falta de soberanía trasladar a los consumidores la responsabilidad de una situación que corresponde a una muy mala estrategia agraria: la soja ajena no deja sitio a las vaquitas propias. Una pena.

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