Persisten los mitos y crecen las mentiras, vivamente alimentadas por la
industria, sobre los supuestos beneficios de los cultivos transgénicos. Estos
engaños se pueden resumir en cinco: que alimentarán al mundo, que producen más,
que eliminarán el uso de los agroquímicos, que coexisten armoniosamente con
otros cultivos y que son absolutamente seguros para el medio ambiente y la
salud.Desmontar el engaño es sencillo, sólo se trata de echar una mirada,
desapasionada y objetiva, a lo que de verdad está pasando en el campo, con datos
de la propia industria. La conclusión, después de veinte años de siembra
transgénica comercial, es clara: ninguna de las promesas se está cumpliendo,
más bien todo lo contrario. Veamos los cinco puntos uno por uno.
Un articulo de GRAIN, publicado en la revista Soberania Alimentaria, numero 13.
PRIMER MITO. Los cultivos transgénicos
eliminarán el hambre en el mundo.
Este es probablemente
el argumento favorito entre quienes promueven esta tecnología. Lo repiten en
todos los escenarios, 'no podemos alimentar a un mundo con cada vez más
personas sin el uso de los transgénicos'.
Pero hay tres
constataciones que ponen las cosas en su sitio:
·
Los datos de la FAO muestran claramente,
año tras año, que a nivel mundial se producen alimentos más que
suficientes para alimentar a todo el mundo. El hambre no es
meramente una cuestión de productividad, es una cuestión de acceso a la tierra
y al resto de recursos necesarios para producir alimentos. ¡El hambre, en definitiva, es consecuencia de la pobreza y la
exclusión!
·
Los cultivos transgénicos que hoy se
producen a nivel comercial no están pensados para para combatir el hambre
presente en los países del Sur. No hablamos de cereales destinados directamente
a la alimentación de personas sino que hoy, la casi totalidad del área plantada
con transgénicos en el mundo, se reduce a cuatro cultivos: soja, maíz, colza y
algodón. Los tres primeros se dedican casi por entero a la producción de
piensos para ganadería en EEUU y Europa; combustibles para coches y aceites
industriales; y el último se usa para fabricar ropa.
·
En cambio, sí que existe –y muy
dolorosamente -una correlación directa entre los cultivos transgénicos y el
incremento de hambre en el mundo rural. En países como Brasil y Argentina las
gigantescas plantaciones de maíz y soja transgénica – allí les llaman desiertos
verdes - expulsan a las gentes de sus tierras y les privan –les roban- de su
medio de subsistencia. Y, efectivamente, la consecuencia es hambre, miseria e
intoxicaciones para mucha gente del campo. ¡Los cultivos
transgénicos ocupan millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles que
podrían usarse para producir alimentos!
El año del primer
cultivo comercial de OMG sufrieron los efectos del hambre en el mundo unas 800
millones de personas, ahora, con millones de hectáreas cultivadas con OMG la
cifra ha amentado a más de 1000 millones. ¿Por qué?
SEGUNDO MITO. Los cultivos transgénicos
producen más
Esto, más que un mito,
es de nuevo una mentira. Genéticamente hablando, la productividad de un cultivo
es demasiado compleja para poder manipularla tan fácilmente, se trata de seres
vivos y complejos, no jugamos con piezas de ‘lego’. Depende de muchos factores
genéticos pero también de muchos otros elementos. E incluso si ‘todo estuviera
en los genes’, la clase científica nunca ha logrado transferir y hacer
funcionar más de dos o tres genes a la vez. ¡El gen de la productividad no
existe!
Esto se muestra claramente con datos en el país donde
han estado sembrando transgénicos desde hace más tiempo: EE.UU. El estudio más
amplio y riguroso al respecto lo elaboró la Union of
ConcernedScientist que analizó el historial de 20 años de
cultivo transgénico en este país. Su conclusión explica que la soja y maíz
transgénicos, modificados para resistir altas dosis de herbicidas, no tienen
más productividad que las plantas y métodos convencionales. También calculan
que del incremento de productividad que han tenido las cosechas de maíz en los
últimos 20 años, el 86% se ha debido a métodos y prácticas convencionales.
Otros estudios muestran que la productividad de los transgénicos es actualmente
más baja que la de los cultivos convencionales.
No debemos perder la
realidad de vista pues, como veremos más abajo, las empresas transgénicas solo
han logrado llevar dos novedades de sus laboratorios al campo en los 20 años o
más que llevan investigando, y ninguno de las dos tiene que ver con la
productividad.
TERCER MITO. Los cultivos transgénicos
eliminarán los agroquímicos
Más bien lo contrario.
Esta afirmación muchas veces viene acompañada con el ejemplo del llamado gen
'Bt', extraído de la bacteria Bacillusthurigiensis que
produce una toxina que mata a ciertos gusanos. Insertado en cultivos como el
maíz y el algodón, estas plantas producen dicha toxina evitando –decían- así la
necesidad de fumigarlas. En el fondo es como si la planta se 'autofumigara'
durante las 24 horas del día. Pero los problemas no tardaron en aparecer y, con
tantas toxinas en esos monocultivos, los gusanos están rápidamente
desarrollando resistencias. Además, aparecen todo tipo de 'plagas secundarias'
que antes no existían y a las que se responden con más productos químicos. En
definitiva, el uso de agrotóxicos no desaparece.
La otra 'innovación'
que nos han traído las corporaciones transgénicas son plantas que incorporan un
gen que permite fumigarlas con altas dosis de herbicidas sin que se vean
afectadas, ya que son ‘tolerantes’ a determinadas sustancias químicas. Esto
permite por ejemplo fumigar las plantaciones a gran escala con avionetas desde
el aire año tras año en el mismo sitio, lo que ha facilitado la tremenda
expansión del cultivo de soja a nivel mundial. En Argentina hace treinta años
la soja casi no existía, y ahora ocupa más de la mitad de todas sus tierras
agrícolas. Y si en 1995 se usaban unos 8 millones del herbicida glifosato,
ahora esta cantidad sobrepasa los 200 millones de litros para sostener la
producción de soja transgénica. El uso de herbicidas se ha multiplicado por más
de 20.
En EE.UU. pasa exactamente lo mismo, los transgénicos
tolerantes a herbicidas han abierto las compuertas para un uso masivo del
glifosato y otros herbicidas. En 2011, en este país las y los agricultores que
cultivaron sus campos con estas semillas usaron
un 24% más herbicidas que sus colegas que sembraron cultivos convencionales. La razón: las malas
hierbas empiezan a desarrollar resistencia al químico. Su llamada revolución
trae más problemas que soluciones.
CUARTO MITO. Se respeta el derecho a
decidir, pues los transgénicos coexisten pacíficamente con los demás cultivos.
Otro argumento
esgrimido por quienes promueven los transgénicos es la libertad de decisión
–que cada agricultor o agricultora decida por sí mismo usar o no transgénicos,
no hay ninguna imposición. Pero este argumento pasa por alto una ley
fundamental de la biología: las plantas de la misma especie se cruzan entre
ellas, y más temprano que tarde los genes insertados artificialmente en los
cultivos transgénicos acaban apareciendo en los cultivos convencionales.
En Canadá el masivo
cultivo de colza transgénica ha llevado al extremo de que prácticamente no
existe colza no contaminada genéticamente y, desde luego, anuló el floreciente
cultivo ecológico de colza. En el maíz, otro cultivo que se cruza fácilmente
con sus hermanos, hay también muchos casos de contaminación genética alrededor
del mundo.
La introducción de
semillas transgénicas es especialmente alarmante cuando se trata de la
contaminación de variedades locales. México es centro de origen y
diversificación del maíz, y hace años las comunidades campesinas indígenas ya
ven como sus variedades de maíz empiezan a mostrar características raras.
Diversos estudios confirman que las causas tienen que ver con la contaminación
del maíz transgénico de EE.UU. Si, tal como propone el gobierno de México, se
permite a las empresas multinacionales sembrar hasta 2,4 millones de hectáreas
de maíz transgénico, no solo tendremos un atentado contra la soberanía
alimentaria de estos pueblos, sino que también arriesgaremos la biodiversidad
de un cultivo que alimenta a millones de personas alrededor de todo el mundo.
Y en Aragón, en el
Estado español, desde 2005 las organizaciones campesinas y ecologistas están
denunciado que en más del 40% del grano ecológico se encuentran trazas transgénicas,
y esto imposibilita su venta como alimento ecológico o libre de OMG.
Pero lo más perverso
de este falso argumento de libertad es cuando se observa cómo las corporaciones
transnacionales fuerzan a las y los agricultores a pagar por semillas que nunca
han sembrado. En EE.UU. la compañía Monsanto ha llevado a centenares de
agricultores y agricultoras a los juzgados bajo la acusación de infringir sus
derechos de propiedad intelectual. Detectives de Monsanto, como cobradores del
frac, circulan por los campos de EEUU en la búsqueda de genes 'suyos', de
agricultores que hayan reproducido los granos antes comprados o, en muchos
casos, de campos contaminados por cultivos transgénicos cercanos. Con esta
estrategia la compañía, además de lograr cobrar millones de dólares, consigue
asustar a agricultores y agricultoras que acaban cediendo y compran las
semillas de Monsanto para no correr ‘riesgos’. Es decir, - que ¡cada agricultor
escoja..... lo que a las empresas les interesa!
Transgénicos, una ciencia que no avanza:
Los transgénicos están en manos de muy pocas
empresas, la más conocida Monsanto, que junto con Dupont, Syngenta, BASF,
Bayer y Dow dominan la mayor parte de las investigaciones y patentes
transgénicas, acaparan el 60% del mercado mundial de semillas y controlan el
76% del mercado mundial de agroquímicos.
La ‘ciencia’ de tales empresas solo ha conseguido
dos aplicaciones. Por un lado los llamados cultivos tolerantes a herbicidas
y, por el otro, los que llevan el gen Bt, que les dota de poder insecticida.
En el pasado 2012, el 59% del área cultivada
comercialmente con transgénicos en el mundo fueron cultivos con tolerancia o
resistencia al herbicida glifosato –el herbicida patentado originalmente por
la misma multinacional Monsanto-, el 26% son cultivos insecticidas con el gen
Bt, y el 15% llevaban las dos características.
Después de más de 20 años investigando y de millones
de euros en inversiones ¿hay que hablar de 'revolución biotecnología' por un
par de novedades? Las aplicaciones reales que hoy tienen los transgénicos
demuestran cuáles son los verdaderos intereses de la industria, que se
convierten en riesgos para la salud y los ecosistemas, y dependencia para las
y los agricultores.
|
Y EL QUINTO MITO. Los transgénicos son
seguros para la salud y el medio ambiente.
La seguridad
‘sanitaria’ de los cultivos transgénicos, como poco, hay que cuestionarla.
Hagámonos una pregunta, en esta red de agricultura industrial donde las
empresas transgénicas controlan despachos de las oficinas de seguridad alimentaria
y dictan sus propias normas, ¿les entregamos nuestra salud, así sin más? La
soberanía alimentaria pasa indudablemente por que sea la población quien ejerza
el control de lo que come.
En estos momentos
nuestros platos se sazonan con alimentos que modificaron su ADN y con una alta
carga de pesticidas, y parece que nada podemos hacer o decir. La preocupación
se redobla con algunas constataciones muy serias en el uso de OMG y sus
herbicidas asociados. Un resumen de estos sería:
·
La Academia Americana de Medicina
Ambiental (AAEM) señaló que “los alimentos genéticamente modificados pueden
significar un serio problema para la salud”. Citando varios estudios concluyó
“que hay más que una casual asociación entre los alimentos GM y los efectos
adversos en la salud" y que los “son un serio riesgo en las áreas de
toxicología, alergias, inmunología, salud reproductiva, metabólica, fisiológica
y genética”.
·
Los últimos estudios realizados por el
Dr. Seralini (explicados en esta misma revista) después de alimentar ratas
durante dos años en base a maíz transgénico tolerante al glifosato, demuestran
mayor y más pronta mortandad además de efectos hormonales, tumores mamarios en
hembras y enfermedades hepatorrenales.
·
Un reciente estudio de la Universidad de
Leipzig, Alemania, encontró concentraciones importantes de glifosato, el
ingrediente principal del Roundup, en las muestras de orina de la gente de la
ciudad. Los análisis arrojaron que todas tenían concentraciones de glifosato de
5 a 20 veces mayor que el límite para el agua potable.
·
El catedrático Andrés Carrasco del
Laboratorio de Embriología Molecular, CONICET-UBA, Facultad de Medicina,
Universidad de Buenos Aires, Argentina, dio a conocer los resultados de sus
estudios, según los cuales los herbicidas con glifosato causan malformaciones
en los embriones de ranas y pollos en dosis mucho más bajas que las utilizadas
en la fumigación agrícola. Las malformaciones fueron de un tipo similar a las
observadas en la progenie humana expuesta a dichos herbicidas.
Finalmente nadie puede
negar su malignidad cuando contamos con testimonios directos de muertes,
abortos y enfermedades en seres humanos afectados por el glifosato, como
explica la Argentina Sofía Gatica, ganadora del último premio Goldman.
La salud es nuestra,
la agricultura es campesina y debemos defender el Planeta para las próximas
generaciones, por ello exigimos soberanía alimentaria
+ + + +
PARA SABER MÁS
Son muchos los estudios que muestran las crecientes
evidencias sobre los impactos negativos de los cultivos y los alimentos
transgénicos en los temas mencionados. En este enlace se recogen 300 artículos
científicos ilustrativos de toda esta información:http://indiagminfo.org/wp-content/uploads/2013/03/Scientific_Papers_Compiled_March_2013_coalition-for-a-gm-free-india.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario