SU APLICACIÓN garantizará la producción sana de alimentos y reducirá la pobreza. La Agroecología no debe ser considerada como marginal o de élite. Al contrario, es la propuesta más clara para superar las graves consecuencias de la agricultura tradicional y sus impactos sociales, culturales, ambientales y económicos
Publicado el 18/06/2012.Tenía razón el filósofo y teólogo brasileño Genezio Darci Boff, mejor conocido por su seudónimo literario de Leonardo Boff, cuando en 1996 aseguraba que “la Tierra está enferma, el planeta y sus habitantes están amenazados. El ser más amenazado de la Nnaturaleza no es el panda de China, ni las ballenas: son los pobres del mundo”.
Cuando Boff y colaboradores plasmaron esa afirmación en el artículo “La Ecología como nuevo espacio de lo sagrado”, publicado en la revistaEcología solidaria de Barcelona-Madrid (España), el mundo no estaba habitado por los 7.000 millones de personas de la actualidad, ni se pensaba en una eventual escasez alimentaria para 2050, cuando la población mundial posiblemente alcance los 9.000 millones.
Ese desequilibrio se debe al predominio del sistema agrícola convencional, basado en el uso de fertilizantes, pesticidas, monocultivos y otras formas de producción contaminantes y a la distribución y control de los mercados de alimentos por parte de corporaciones. En contraposición surge la Agroecología, entendida como una práctica agrícola que traslada los principios de la Ecología al cultivo de la tierra, garantizando la producción interna de alimentos sin afectar el ecosistema.
“La Agroecología no debe ser considerada como marginal o de élite. Al contrario, es la propuesta más clara para superar las graves consecuencias de la agricultura tradicional y sus impactos sociales, culturales, ambientales y económicos” explicó el doctor. Francisco Herrera, investigador del Laboratorio de Ecofisiología Vegetal del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic).
A su juicio, urge detener el lucro desenfrenado del capital, así como acabar con la complicidad de los gobiernos que apoyan el actual modelo de desarrollo y todas sus manifestaciones en la cotidianidad de los ciudadanos. “La Soberanía Alimentaria es parte del corazón de los cambios necesarios, el único camino real para poder alimentar a toda la humanidad”, dijo.
Aunque solo 20% de la tierra agrícola global se encuentra en manos de indígenas y campesinos en forma de policultivos, con esa tierra se produce al menos la mitad de los alimentos de todo el mundo. Esto sugiere que los policultivos agroecológicos -que consumen menos energía fósil y aletargan el calentamiento global- son el camino más seguro y eficiente para superar el hambre.
Según la doctora María Isabel Arteaga, profesional asociada a la investigación del Laboratorio de Ecofisiología Vegetal del Centro de Ecología del Ivic, la colectivización y producción de la tierra por parte del campesinado y las poblaciones indígenas con experiencias agroecológicas, permitirán que la agricultura cumpla su papel en beneficio de la humanidad.
“Es la manera adecuada y viable para detener la expansión de las transacciones, concesiones y traspasos que den lugar a concentración, acaparamiento de tierras o desplazamiento de comunidades rurales. Además de asegurar la producción de alimentos sanos, disminuirían las condiciones de pobreza en el campo con su eventual éxodo hacia las ciudades”, dijo.
Los científicos del Ivic sostienen que, gracias a la Agroecología es posible cambiar el actual sistema alimentario industrial agroexportador por otro capaz de devolverle a la tierra su función generadora de alimentos y sustentadora de la vida, a fin de impulsar la producción endógena de alimentos, los circuitos de comercialización y el procesamiento local.
“La agricultura campesina e indígena puede ayudar a enfriar el planeta, con capacidad para absorber o evitar hasta dos tercios de los gases de efecto invernadero emitidos cada año”, informó Herrera.
En Venezuela, existen iniciativas agroecológicas concretas apoyadas por el Estado en diversos escenarios: escuelas técnicas ubicadas en el campo, espacios urbanos en las ciudades, centros de formación en universidades como la Bolivariana de Venezuela (UBV) y la Nacional Experimental Simón Rodríguez (Unesr), además de experiencias de producción agroecológica asociadas a sistemas de intercambio como el trueque, informó Arteaga.
La más reciente es el Diplomado en Agroecología, organizado por la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho), el Instituto de Estudios Avanzados (Idea) y la UBV del 15 de junio al 25 de octubre en el marco del Programa de Formación de Grado en Agroecología de la UBV.
Tanto Arteaga como Herrera fueron incorporados en la plantilla docente del diplomado. “Nuestra participación se centra principalmente en los temas propios de la Agroecología, sus fundamentos y principios, la relación que se establece entre la Ecología y los agroecosistemas como marco conceptual del predio agroecológico”, dijo Herrera. Arteaga, por su parte, relató que su contribución también es “propiciar reflexiones acerca de la utilidad del diseño e implementación de los predios, la producción sustentable y el uso de indicadores, considerando todos los componentes: suelo, planta, agua, organismos y seres humanos”.
Cuando Boff y colaboradores plasmaron esa afirmación en el artículo “La Ecología como nuevo espacio de lo sagrado”, publicado en la revistaEcología solidaria de Barcelona-Madrid (España), el mundo no estaba habitado por los 7.000 millones de personas de la actualidad, ni se pensaba en una eventual escasez alimentaria para 2050, cuando la población mundial posiblemente alcance los 9.000 millones.
Ese desequilibrio se debe al predominio del sistema agrícola convencional, basado en el uso de fertilizantes, pesticidas, monocultivos y otras formas de producción contaminantes y a la distribución y control de los mercados de alimentos por parte de corporaciones. En contraposición surge la Agroecología, entendida como una práctica agrícola que traslada los principios de la Ecología al cultivo de la tierra, garantizando la producción interna de alimentos sin afectar el ecosistema.
“La Agroecología no debe ser considerada como marginal o de élite. Al contrario, es la propuesta más clara para superar las graves consecuencias de la agricultura tradicional y sus impactos sociales, culturales, ambientales y económicos” explicó el doctor. Francisco Herrera, investigador del Laboratorio de Ecofisiología Vegetal del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic).
A su juicio, urge detener el lucro desenfrenado del capital, así como acabar con la complicidad de los gobiernos que apoyan el actual modelo de desarrollo y todas sus manifestaciones en la cotidianidad de los ciudadanos. “La Soberanía Alimentaria es parte del corazón de los cambios necesarios, el único camino real para poder alimentar a toda la humanidad”, dijo.
Aunque solo 20% de la tierra agrícola global se encuentra en manos de indígenas y campesinos en forma de policultivos, con esa tierra se produce al menos la mitad de los alimentos de todo el mundo. Esto sugiere que los policultivos agroecológicos -que consumen menos energía fósil y aletargan el calentamiento global- son el camino más seguro y eficiente para superar el hambre.
Según la doctora María Isabel Arteaga, profesional asociada a la investigación del Laboratorio de Ecofisiología Vegetal del Centro de Ecología del Ivic, la colectivización y producción de la tierra por parte del campesinado y las poblaciones indígenas con experiencias agroecológicas, permitirán que la agricultura cumpla su papel en beneficio de la humanidad.
“Es la manera adecuada y viable para detener la expansión de las transacciones, concesiones y traspasos que den lugar a concentración, acaparamiento de tierras o desplazamiento de comunidades rurales. Además de asegurar la producción de alimentos sanos, disminuirían las condiciones de pobreza en el campo con su eventual éxodo hacia las ciudades”, dijo.
Los científicos del Ivic sostienen que, gracias a la Agroecología es posible cambiar el actual sistema alimentario industrial agroexportador por otro capaz de devolverle a la tierra su función generadora de alimentos y sustentadora de la vida, a fin de impulsar la producción endógena de alimentos, los circuitos de comercialización y el procesamiento local.
AGRICULTURA URBANA |
“La agricultura campesina e indígena puede ayudar a enfriar el planeta, con capacidad para absorber o evitar hasta dos tercios de los gases de efecto invernadero emitidos cada año”, informó Herrera.
En Venezuela, existen iniciativas agroecológicas concretas apoyadas por el Estado en diversos escenarios: escuelas técnicas ubicadas en el campo, espacios urbanos en las ciudades, centros de formación en universidades como la Bolivariana de Venezuela (UBV) y la Nacional Experimental Simón Rodríguez (Unesr), además de experiencias de producción agroecológica asociadas a sistemas de intercambio como el trueque, informó Arteaga.
La más reciente es el Diplomado en Agroecología, organizado por la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho), el Instituto de Estudios Avanzados (Idea) y la UBV del 15 de junio al 25 de octubre en el marco del Programa de Formación de Grado en Agroecología de la UBV.
Tanto Arteaga como Herrera fueron incorporados en la plantilla docente del diplomado. “Nuestra participación se centra principalmente en los temas propios de la Agroecología, sus fundamentos y principios, la relación que se establece entre la Ecología y los agroecosistemas como marco conceptual del predio agroecológico”, dijo Herrera. Arteaga, por su parte, relató que su contribución también es “propiciar reflexiones acerca de la utilidad del diseño e implementación de los predios, la producción sustentable y el uso de indicadores, considerando todos los componentes: suelo, planta, agua, organismos y seres humanos”.
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Prensa MCTI/Ivic
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