domingo, 8 de enero de 2012

AGRICULTURA ORGANICA PROMESA DE VIDA

Luisa María Herediaheredial@granasa.com.ec

¿Qué madre no se preocupa por el bienestar de sus hijos? ¡Y la alimentación es lo primero!, exclama Martha, una joven ama de casa, madre de tres niños, que junto a dos de sus vecinas acudió a la segunda Feria Orgánica realizada por la Federación de Centros Agrícolas y Organizaciones Campesinas del Litoral, en el sector de Monte Sinaí, en Guayaquil.
Confiesa que la atrajo la curiosidad, pues había escuchado desde mucho antes que las frutas y vegetales que normalmente compra en el mercado, tienen sustancias químicas que causan enfermedades. “He oído que no hay que comerse una manzana sin pelarla, aunque dicen que los nutrientes están en la cáscara, porque viene ‘forrada’ de venenos que se usan para evitar que se dañe o que le caigan plagas”, comenta asustada.
Y no se equivoca: “Hoy en día se utilizan 10 veces más productos químicos, entre pesticidas y fertilizantes, que hace 10 años en la agricultura convencional. Es por fines comerciales”, lamenta Gilberto Navarro, experto en agroecología y gerente de “Mundo Verde Soluciones Orgánicas”.
Debido a esta indiscriminada práctica, la agricultura alternativa empezó a sumar acogida. “Para competir con ese tomate más grande, rojo y bonito, hay un tomate certificado como orgánico, que siembra en comunidades que practican la agricultura orgánica, libre de químicos”, recalca.
MUCHO MÁS QUE UNA MODA
No se trata de una simple muestra de la ‘ola verde’ que recorre el mundo entero, sino de un tipo de alimentación que protege la vida del planeta y la salud de los consumidores. Las frutas, legumbres y verduras orgánicas son cultivadas sin sustancias sintéticas, y los animales, especialmente el ganado, es pastoreado libremente, alimentado con pasto fertilizado con abonos orgánicos, y sin que se le apliquen hormonas para así garantizar que los derivados de su leche sean orgánicos, explica Emilio Amancha, propietario de la finca ‘La vaca que ríe’, situada en El Empalme, donde se producen variedades de quesos y cuatro sabores de “yogur artesanal y orgánico”.
De la agricultura orgánica depende el futuro de la nutrición humana. De hecho, un estudio realizado por el Instituto Rodale, en Kurztown, Pensilvania; señala: “Si estamos buscando alimentar al mundo durante los próximos 50 años, podemos lograrlo con la agricultura convencional, pero si nosotros queremos asegurar la alimentación del mundo para los próximos 1.500 años, tenemos que cambiarla por agricultura orgánica”.
LO BUENO CUESTA
El gran problema de esta práctica es su costo, un tanto superior al de la agricultura convencional. “Lleva mucho más mano de obra, por eso se paga mejor. El costo de los productos orgánicos aumenta por año casi en un 22%”, indica Navarro.
Es que dejar de emplear químicos no es tan sencillo, “implica controlar las plagas con productos naturales (pesticidas hechos a base de ají, ajo, cebolla) o con prácticas preventivas como el control biológico que consiste en liberar un organismo vivo que sea depredador de la plaga que afecta al cultivo. Y para no desmalezar manualmente, se aplican estrategias que implican trabajo, como la cría de gallinas y gansos que ingieran la maleza como alimento, algo que ya se hace en los cultivos de mango y en los viñedos”, comenta Marcos Fioravanti, promotor de la Feria de Alimentos Orgánicos “Bona Terra”, que se desarrolla en el campus del colegio Balandra Cruz del Sur (vía Perimetral), el segundo sábado de cada mes.

AGROECOLOGÍA: UN PASO MÁS ALLÁ

En su afán por encontrar la fórmula perfecta que abaratar el costo de los alimentos orgánicos, los pequeños y medianos productores ecuatorianos han empezado a poner en práctica una de las expresiones más puras de la agricultura alternativa: la agroecología. “Todo comenzó con fincas de monocultivo orgánico, pero lo que promueve este tipo de agricultura es el policultivo. La siembra de más de 2 especies en una misma área, entre altas, medias y bajas, para generar incluso, eficiencia en el uso de los recursos naturales como la luz, el suelo y el agua”, detalla Fioravanti.
De acuerdo con los principios de la agroecología, una finca debe ser un balance energético donde hay dos opciones claras: desperdiciar la energía natural, el agua y los nutrientes del suelo, o aprovecharlos al máximo. “Trabajamos con un sistema integral, tenemos animales (borregos, cuyes, vacas, etc.) que nos ayudan en la producción de las hortalizas y granos que comercializamos. La agroecología nos permite producir los insumos necesarios para nuestra labor, dentro de la misma finca, y además, vivir de forma armónica con el ambiente. Es tratar de conservar lo que tenemos”, describe Franklin Bermeo, gerente de Chuya Mikuna, una agroempresa que opera en el cantón Suscal, provincia de Cañar, y lleva cerca de 10 años practicando la agricultura alternativa.

DOS GRANDES OBSTÁCULOS

Pero aún con la explicación de esta eficiente estrategia, Bermeo asegura que persisten dos preocupantes factores que encarecen el costo final de sus productos: los certificados o sellos orgánicos y los intermediarios, aquellos comerciantes que llevan los alimentos de las fincas a los mercados. “Acceder a una certificación orgánica o un sello verde, es prácticamente inalcanzable para un pequeño productor ecuatoriano. Son procesos muy costosos, con requisitos exclusivos, incluso quienes han formado asociaciones para certificarse, luego no han podido renovar su sello”, cuenta Carmen Guzñay, de Federación de Agricultores.
Es por eso que se han tenido que idear mecanismos más artesanales pero igualmente confiables. “Nosotros hacemos visitas de veeduría a las fincas para constatar que la práctica sea 100% orgánica, hacemos un seguimiento. Es como certificar los productos pero sin costo”, puntualiza.
El segundo malestar radica en el mercantilismo que inhibe a la producción orgánica. “No queremos tener intermediarios que vayan a las fincas y paguen muy poco por el producto, y luego dupliquen y tripliquen su precio en los supermercados. Para combatirlos estamos impulsando la realización de ferias de alimentos orgánicos en Guayaquil, así el productor tiene contacto con el consumidor, este valora su trabajo y puede adquirir alimentos sanos, por precios similares o incluso inferiores a los convencionales”, enfatiza Richard Intriago, presidente de la Federación.

SEAMOS CONSUMIDORES CRÍTICOS

Dadas estas facilidades, lo único que falta para impulsar la agricultura orgánica en el país, es la demanda del consumidor. “Si usted comienza a preguntarse qué está comiendo y de dónde provienen sus alimentos, se dará cuenta de la terrible realidad y empezará a buscar orgánicos. Y en el momento que el consumidor exija, el productor no tendrá más opción que producir lo que el consumidor le está pidiendo”, considera Belén Cajas, del Departamento de Ecoeficiencia del colegio Balandra.
Es lo que ocurre en el restaurante italiano La Riviera, situado en Urdesa. “Para garantizar una mejor calidad nutricional y alimenticia, ofrecemos productos orgánicos como legumbres, hortalizas y hierbas aromáticas para quienes vienen a deleitarse con nuestros platos”, expresa Luigi Passano, propietario, quien mantiene contacto con los agricultores que le proveen sus insumos.
María Isabel Cartagena, de la consultora ambiental Arboris, que en el 2008 lideró un programa de difusión de la agricultura orgánica que abarcó 80 comunidades del Guayas; recuerda que para entonces, un estudio de una ONG internacional decía que en Ecuador de 10 personas, 7 saben lo que son los productos orgánicos y de esas 7, solo 5 los consumen. “Es hora de darle un giro favorable a nuestra alimentación”, concluye.

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