La agricultura urbana es una tendencia que se fortalece en Medellín. Una pasión de todos los estratos, sencilla y gratificante.
POR LAURA VICTORIA BOTERO | Publicado el 25 de noviembre de 2012
Cultivar está en nuestra esencia. La agricultura transita tan adentro de la genética humana que, a pesar de que las prácticas de la vida moderna invadan cada casa, las personas todavía sienten la misma fascinación de un niño cuando ven germinar un frijol en un frasco de mermelada.
Poco a poco, sin pretensiones, pero con firmeza, Medellín va abriéndose paso a la tendencia de cultivar una huerta doméstica. La gente usa la terraza, el balcón, el borde de una ventana, el jardín, el solar. En otros casos, la recursividad asoma y los cultivadores aprovechan los recursos más insólitos. ¿Quién dice que una plantica de albahaca no puede brotar en un tarro vacío de pintura?
El médico bioenergético Jorge Iván Arango y su esposa Elizabeth Durango cultivan una huerta en el jardín de su casa desde hace ocho años. De su tierra brotan, o han brotado, flores, hierbas aromáticas, frutas y hortalizas.
La naturaleza en acción
"El tomate cherry crece solo, mientras que la fresa tiene más complicaciones, hay que protegerla más del sol y otros factores externos", dice Elizabeth, que segundos después muestra la invasión que el cardo mariano ha hecho de una de las esquinas del jardín que tiene frente a su casa.
Esta cultivadora habla de su huerta con afecto y agradecimiento. Podría decirse que Elizabeth es una experta con pensamiento liberal frente al acto de sembrar. No se complica. No tiene reglas. Deja que la naturaleza haga su trabajo. "Semanalmente le dedico una mañana al cuidado de la huerta y me aseguro que siempre tenga agua".
El monocultivo es otro aspecto que no cabe en la huerta de esta familia. "Sembramos de todo siguiendo una lógica natural", dice Jorge. Explica que las plantas aromáticas se ubican como escudo de protección antes de, por ejemplo, el arbolito de tomates. "Con ello eliminamos la plaga que puede comerse las hojas, son insecticidas naturales".
Un esfuerzo comunitario
Luis Guillermo Facio Lince vive en el edificio Farallones, en conquistadores. Él y sus vecinos asisten cada 15 días a talleres de cultivo en la Plaza de la América.
En la unidad hay 16 apartamentos y cuatro familias han mostrado interés en las huertas. Quieren aprovechar el espacio que hay entre un edificio y el otro para cultivar productos que sirvan en la alimentación de los vecinos. "No importa si hacen parte del grupo o no", afirma Luis Guillermo, jubilado de Enka.
"Lo primero que hicimos fue poner el jardín bonito. Luego vimos que había una plazuela en la que cabía perfectamente una ecohuerta. Por ahora estamos cultivando solo hortalizas. Ahora tenemos lechuga, pimentón y tomate".
"Esto es complicado, sobre todo para el que no sabe la técnica, pero no es un proceso costoso. Nuestro interés es seguir aprendiendo porque ver los resultados es satisfactorio".
Un placer, un rito, un gusto
Daniel Arias asume la cocina como una pasión y una forma de vida. La mística con la que este joven se relaciona con los alimentos, es la que inspira el cultivo de una pequeña huerta en el balcón de su casa.
Poco a poco, sin pretensiones, pero con firmeza, Medellín va abriéndose paso a la tendencia de cultivar una huerta doméstica. La gente usa la terraza, el balcón, el borde de una ventana, el jardín, el solar. En otros casos, la recursividad asoma y los cultivadores aprovechan los recursos más insólitos. ¿Quién dice que una plantica de albahaca no puede brotar en un tarro vacío de pintura?
El médico bioenergético Jorge Iván Arango y su esposa Elizabeth Durango cultivan una huerta en el jardín de su casa desde hace ocho años. De su tierra brotan, o han brotado, flores, hierbas aromáticas, frutas y hortalizas.
La naturaleza en acción
"El tomate cherry crece solo, mientras que la fresa tiene más complicaciones, hay que protegerla más del sol y otros factores externos", dice Elizabeth, que segundos después muestra la invasión que el cardo mariano ha hecho de una de las esquinas del jardín que tiene frente a su casa.
Esta cultivadora habla de su huerta con afecto y agradecimiento. Podría decirse que Elizabeth es una experta con pensamiento liberal frente al acto de sembrar. No se complica. No tiene reglas. Deja que la naturaleza haga su trabajo. "Semanalmente le dedico una mañana al cuidado de la huerta y me aseguro que siempre tenga agua".
El monocultivo es otro aspecto que no cabe en la huerta de esta familia. "Sembramos de todo siguiendo una lógica natural", dice Jorge. Explica que las plantas aromáticas se ubican como escudo de protección antes de, por ejemplo, el arbolito de tomates. "Con ello eliminamos la plaga que puede comerse las hojas, son insecticidas naturales".
Un esfuerzo comunitario
Luis Guillermo Facio Lince vive en el edificio Farallones, en conquistadores. Él y sus vecinos asisten cada 15 días a talleres de cultivo en la Plaza de la América.
En la unidad hay 16 apartamentos y cuatro familias han mostrado interés en las huertas. Quieren aprovechar el espacio que hay entre un edificio y el otro para cultivar productos que sirvan en la alimentación de los vecinos. "No importa si hacen parte del grupo o no", afirma Luis Guillermo, jubilado de Enka.
"Lo primero que hicimos fue poner el jardín bonito. Luego vimos que había una plazuela en la que cabía perfectamente una ecohuerta. Por ahora estamos cultivando solo hortalizas. Ahora tenemos lechuga, pimentón y tomate".
"Esto es complicado, sobre todo para el que no sabe la técnica, pero no es un proceso costoso. Nuestro interés es seguir aprendiendo porque ver los resultados es satisfactorio".
Un placer, un rito, un gusto
Daniel Arias asume la cocina como una pasión y una forma de vida. La mística con la que este joven se relaciona con los alimentos, es la que inspira el cultivo de una pequeña huerta en el balcón de su casa.
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"He cultivado albahaca, tomillo, romero, chiles, pimentones. En este momento estoy empezando un nuevo ciclo, no está muy avanzado, pero voy a seguir trabajando en ello".
Arias opina que el cultivo de una huerta es un proceso sencillo pero que requiere cuidados y observación constante. En su caso, le dedica más o menos una hora cada día. "Yo empecé con inquietudes y fui aprendiendo por internet. Las semillas son muy fáciles de conseguir y si uno quiere comprar la plántula ya lista también se puede. El éxito radica en tener tierra de calidad y esto se consigue con buen abono. El compostaje tiene el secreto, y también la paciencia, en mi caso se trató de varias jornadas de ensayo error".
Daniel agrega que el momento crítico es el que viene con la expectativa de que, por fin, brote algo.
Volver a la tierra es posible
Tal vez la experiencia más intensa y gratificante es la que narra Jader García Marín, un líder comunitario que se ha dedicado desde hace varios años a acompañar a cientos de familias desplazadas a conectarse nuevamente con la tierra a través del cultivo de una huerta.
"Los objetivos detrás de esta iniciativa son mejorar las condiciones de seguridad alimentaria y recuperar la cultura campesina. Que así estén en la ciudad no pierdan el arraigo y la cultura de autosuficiencia y autonomía que han tenido", dice Jader.
Los desplazados no tienen una dinámica de ciudad, no consiguen trabajo fácilmente, no pertenecen al entorno que los rodea, hasta que logran recuperar su espíritu como agricultores.
Jader explica que para los cultivadores no hay barreras. "El tema de la agricultura urbana es, en cierta medida, de mucha creatividad, de aprovechar los recursos disponibles".
Por esta razón, usan un solar, un muro, el techo, el antejardín, el borde de una ventana. Cuando no tienen nada de eso, aprovechan una llanta, el tarro vacío de la mantequilla, cualquier cosa de la que pueda germinar una planta que provea alimento y bienestar.
Desde 2009, se han beneficiado 750 familias con este proyecto. "Si contamos con un promedio de 4 personas por casa, estimamos que más de 3.000 personas han podido resolver parcialmente su seguridad alimentaria", dice García.
Poco a poco, gracias a la voluntad de algunos enamorados de la tierra, Medellín podría empezar a esconder el cemento y pintar la realidad de frutas, hortalizas y hierbas aromáticas.
Cultivar una huerta para alimentar el alma - El Colombiano
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