Imagínese que el tomate, la lechuga y la cebolla que ahora están en el plato de su mesa se hubieran recogido, bajo pedido, hace 24 horas en una huerta cercana a su casa. Lejos de ser una simple idea, esta es la realidad propuesta por Basherri Taldeak, una alternativa local que aterrizó hace tres años en Gipuzkoa y que cuenta con cada vez más adeptos. La fórmula es sencilla: productores y consumidores se ponen en contacto, sin intermediarios de por medio; los primeros se aseguran la venta de las hortalizas que cultivan, y los segundos pueden comprar alimentos de la huerta a la carta, con el plus de saber dónde, cómo y quién los ha cultivado. A pesar de su corta vida, la iniciativa ha tenido una acogida calurosa en Gipuzkoa. «Pensábamos que el éxito del primer año se debía a una especie de moda, un boom o una ola que habíamos pillado», comenta Pedro Alberdi, coordinador y portavoz del proyecto, «pero el segundo año la ola creció y el tercero sigue haciéndolo». En estos tres años de gestión, Basherri Taldeak ha pasado de tres grupos que surgieron por iniciativa propia a casi los cincuenta, sumando un total de 600 familias y más de medio centenar de productores.
Basherri Taldeak avanza impulsada por el sindicato EHNE (Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna) y Biolur, la Asociación para el Fomento de la Agricultura Ecológica en Gipuzkoa. «Desde el sindicato consideramos que es una alternativa para que los baserritarras puedan comercializar sus productos», señala Alberdi. «Tienen bastantes dificultades debido a la lógica actual del mercado, que prácticamente les impide vivir del caserío. La oferta de los supermercados está supeditada a la producción de las grandes multinacionales que controlan a nivel global la industria alimentaria y en manos de quienes recae la mayor parte del beneficio generado. En esta realidad, los productores primarios quedan relegados a un segundo plano del que es difícil salir por las normas de mercado establecidas».
Basherri Taldeak está organizado en grupos de consumo, cada uno compuesto aproximadamente por 30 familias de un mismo barrio o pueblo. Un caserío se encarga de abastecer a cada grupo, que se autogestiona y se pone de acuerdo con el o los baserritarras sobre el tipo de alimentos que desean así como el día y el lugar del reparto de los mismos.
Al tratarse de alimentos pensados para un grupo cerrado, éste y el baserritarra deciden, de mutuo acuerdo y con anterioridad, todo lo que se va a producir en la huerta. Todo lo obtenido de dicha producción se reparte en lo que se conoce como 'cestas cerradas'. Este método impide que se generen sobrantes o desperdicios, lo que supone una ventaja frente a la producción industrial, en la que es inevitable que la mitad de la comida termine finalmente en la basura.
La organización interna depende a su vez de cada grupo. La mayoría de ellos tiende a crear un blog que les permite establecer esa relación cercana, y no puramente comercial, que se pretende mantener con el productor. Una manera de potenciar esa cercanía se consigue con visitas al caserío para comprobar en primera persona el trabajo en la huerta, e incluso ayudar a los baserritarras en momentos concretos en los que no cuentan con suficientes trabajadores. Estos blogs también sirven como herramienta para dar a conocer través de fotos o vídeos el trabajo que se realiza en los caseríos. Es, en definitiva, la manera de fomentar la comunicación entre ambas partes.
El modo de pago se resuelve también entre el grupo y el productor. Se basa en un sistema de cuotas mensuales fijas que aseguran al baserritarra una estabilidad financiera con la que, a cambio, se compromete a surtir a su grupo con productos propios, ecológicos y de calidad. «Los consumidores son los que establecen el precio negocioándolo con el proveedor, no es la industria la que lo impone», recalca Alberdi.
Una formula acertada
A pesar de la buena recepción del proyecto en Euskadi en general y Gipuzkoa en particular, éste tiene su origen en los grupos Teikei de Japón. Fue en el país del sol naciente en el que surgió la propuesta de una agricultura orgánica, idea que ha evolucionado hasta el surgimiento de asociaciones como la CSA (Community Supported Agriculture) en Estados Unidos, que promueve un modelo de distribución alimenticia socio-económico basado en la producción local. Italia fue la primera en Europa hace quince años, y finalmente el planteamiento aterrizó en Euskadi de la mano de Nekasarea en Bizkaia en 2005, y finalmente de Basherri Taldeak en Gipuzkoa hace tres años. Antes también empezaron a funcionar en Iparralde a través de las Amaps (Associations pour le maintien d'une agriculture paysanne).
El coordinador de la red guipuzcoana garantiza que se trata de un proyecto exitoso no solamente en territorios locales de pequeña dimensión, también en grandes ciudades: «La fórmula ha sido un acierto, ha encontrado la manera de saber llegar y por eso está teniendo una buena acogida en todos los sitios en los que se está instalando». No obstante, Alberdi se apresura a subrayar la todavía insuficiente conciencia ciudadana sobre la verdadera filosofía que está detrás de estos grupos. «El verdadero objetivo es conseguir la soberanía alimentaría», asegura. «El modelo industrial actual no es la única alternativa, y es curioso que muchos campesinos, siendo ellos productores de alimentos, sean muchas veces los que más pasan hambre».
Asimismo señala que, además de la calidad de los alimentos, lo que se pretende vender es cercanía. «Lo que pasa con la mayoría de productos ecológicos es que vienen de fuera, nosotros entendemos el producto ecológico como algo local, e intentamos ayudar específicamente al sector guipuzcoano, no a la industria ecológica que está surgiendo en Europa en general».
Alberdi concluye con una breve reflexión sobre la crisis y dice que el proyecto se ha convertido en una manera de combatirla a través de pequeños gestos que favorecen a «una mayoría, en lugar de a unos pocos proveedores». Por eso seguirán defendiendo sus señas de identidad, la de la relación directa entre vendedor y comprador, para fomentar un comercio más justo y sostenible.
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