Democracia, plutocracia y l@s indignad@s. Vamos por el cambio.
Los pueblos del mundo se encuentran convulsionados, los cinco continentes están en mayor o menor medida, viviendo una etapa de ebullición popular. La queja inerte, la protesta individualista, egoísta y bucólica ceden su espacio a la indignación, al hartazgo, a la acción ciudadana conjunta y espontánea. La espontaneidad es un arma contra la que el poder económico pierde precisión, no le da tiempo a establecer estrategias, a tejer sus telarañas de engaño mediático.
Nos dicen que vivimos en democracia y lo creemos porque queremos creerlo, porque necesitamos creerlo. Porque ojos que no ven, corazón que no siente. Y así la vida se hace un poco mas llevadera. Es como no querer ver los documentales sobre el hambre y la pobreza, sobre el maltrato animal. Pero algunas veces la realidad se nos pone frente a los ojos, no podemos evitar mirarla.
Las revueltas sociales en Africa, en Asia, Latinoamérica, el 15-M y sus rebotes por cientos de ciudades europeas, han obligado a muchos a abrir los ojos para ver la verdad mas cruda. No vivimos en Democracia. La gran mayoría de los Diputados, Senadores, Primeros Ministros, Gobernadores, intendentes, Reyes, Presidentes, etc. son sólo instrumentos, meras herramientas de quienes verdaderamente toman las decisiones. Son los títeres de los dueños del dinero.
Porque “Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo.” Es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En cambio, nuestros sistemas políticos se asemejan mucho mas a una Plutocracia, que es un sistema de gobierno en el que el poder lo ostentan quienes poseen las fuentes de riqueza.
En la mayoría nuestros países, las campañas políticas tienen un alto costo económico. Y allí se encuentra una de las claves por las que entramos, antes de saber a quién votar, en una forma de plutocracia controlada por una escasa minoría de los votantes.
El control de los medios de comunicación por parte de unos pocos, que suelen ser los mismos que aportan a las campañas de los principales candidatos, ocasiona la segunda distorsión del proceso electoral, de modo que entre ambas suelen juntar la fuerza necesaria para torcerle el brazo a nuestra querida, aunque desconocida Democracia.
Alrededor del poder estatal se forman entonces holding empresariales que, tras financiar partidos y medios de comunicación, obligan a realizar un clientelismo político, la mayoría de las veces mediante una legislación que les sea complaciente.
Está entonces claro que “El dinero es el mayor determinante de la influencia y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones de impulsar campañas efectivas e influencia cuales candidatos ganarán los puestos electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de interés influencien las elecciones y dominen el proceso legislativo.” Los dueños del dinero son entonces, quienes deciden el rumbo que tomará un país.
En Estados Unidos, el 1% de la población posee la misma riqueza que el 90% de menores ingresos, siendo el 20% más rico quien consume más de la mitad del total de lo existente en el mercado, por tanto el 1% de la población es quien decide, a través de su capital e inversiones, la política económica nacional. Estos números seguramente son muy similares a los de cualquiera de nuestros países.
Y como para no estar indignad@s entonces. Y como para no revelarse ante tamaña porquería. Y l@s indignad@s empiezan/empezamos por recuperar espacios públicos, por exigir una verdadera democracia. Pero falta algo. No puede haber democracia en el capitalismo, porque éste perdería razón de ser. Sacar un presidente y poner a otro no cambiará nada más que un rostro, seguirá siendo más de lo mismo. Tenemos que llegar un poco más lejos. Para cambiar el mundo, tenemos que cambiar el Sistema. Vamos por el cambio.
Los pueblos del mundo se encuentran convulsionados, los cinco continentes están en mayor o menor medida, viviendo una etapa de ebullición popular. La queja inerte, la protesta individualista, egoísta y bucólica ceden su espacio a la indignación, al hartazgo, a la acción ciudadana conjunta y espontánea. La espontaneidad es un arma contra la que el poder económico pierde precisión, no le da tiempo a establecer estrategias, a tejer sus telarañas de engaño mediático.
Nos dicen que vivimos en democracia y lo creemos porque queremos creerlo, porque necesitamos creerlo. Porque ojos que no ven, corazón que no siente. Y así la vida se hace un poco mas llevadera. Es como no querer ver los documentales sobre el hambre y la pobreza, sobre el maltrato animal. Pero algunas veces la realidad se nos pone frente a los ojos, no podemos evitar mirarla.
Las revueltas sociales en Africa, en Asia, Latinoamérica, el 15-M y sus rebotes por cientos de ciudades europeas, han obligado a muchos a abrir los ojos para ver la verdad mas cruda. No vivimos en Democracia. La gran mayoría de los Diputados, Senadores, Primeros Ministros, Gobernadores, intendentes, Reyes, Presidentes, etc. son sólo instrumentos, meras herramientas de quienes verdaderamente toman las decisiones. Son los títeres de los dueños del dinero.
Porque “Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo.” Es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En cambio, nuestros sistemas políticos se asemejan mucho mas a una Plutocracia, que es un sistema de gobierno en el que el poder lo ostentan quienes poseen las fuentes de riqueza.
En la mayoría nuestros países, las campañas políticas tienen un alto costo económico. Y allí se encuentra una de las claves por las que entramos, antes de saber a quién votar, en una forma de plutocracia controlada por una escasa minoría de los votantes.
El control de los medios de comunicación por parte de unos pocos, que suelen ser los mismos que aportan a las campañas de los principales candidatos, ocasiona la segunda distorsión del proceso electoral, de modo que entre ambas suelen juntar la fuerza necesaria para torcerle el brazo a nuestra querida, aunque desconocida Democracia.
Alrededor del poder estatal se forman entonces holding empresariales que, tras financiar partidos y medios de comunicación, obligan a realizar un clientelismo político, la mayoría de las veces mediante una legislación que les sea complaciente.
Está entonces claro que “El dinero es el mayor determinante de la influencia y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones de impulsar campañas efectivas e influencia cuales candidatos ganarán los puestos electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de interés influencien las elecciones y dominen el proceso legislativo.” Los dueños del dinero son entonces, quienes deciden el rumbo que tomará un país.
En Estados Unidos, el 1% de la población posee la misma riqueza que el 90% de menores ingresos, siendo el 20% más rico quien consume más de la mitad del total de lo existente en el mercado, por tanto el 1% de la población es quien decide, a través de su capital e inversiones, la política económica nacional. Estos números seguramente son muy similares a los de cualquiera de nuestros países.
Y como para no estar indignad@s entonces. Y como para no revelarse ante tamaña porquería. Y l@s indignad@s empiezan/empezamos por recuperar espacios públicos, por exigir una verdadera democracia. Pero falta algo. No puede haber democracia en el capitalismo, porque éste perdería razón de ser. Sacar un presidente y poner a otro no cambiará nada más que un rostro, seguirá siendo más de lo mismo. Tenemos que llegar un poco más lejos. Para cambiar el mundo, tenemos que cambiar el Sistema. Vamos por el cambio.
Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
Ricardo Natalichio
Director de EcoPortal.net
rdnatali@ecoportal.net
www.ecoportal.net
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